En Guadalajara, tierra de mariachi y tequila, la Catrina llegó, con su sonrisa tranquila. Entre charros y canciones de amor, recorrió la ciudad con gran fervor.
En el centro histórico, la muerte paseaba, y las luces de la ciudad le encantaban. «¡Viva Guadalajara!», gritó con emoción, mientras bailaba al son del corazón.
Visitó el Hospicio Cabañas y la catedral, y en el mercado, probó un platillo regional. Entre birria y tortas ahogadas, la Catrina disfrutaba de las jornadas.
Prometió volver cada año sin cesar, a esta ciudad que no deja de brillar. Porque en Guadalajara, la vida y la muerte, bailan juntas de una forma sorprendente.